
Lobey en el corazón del laberinto
La intersección de Einstein, de Samuel R. Delany, es una novela de ciencia ficción fácil de leer. Es breve, ágil y utiliza recursos de la narrativa moderna. Pero no es una novela fácil de interpretar. Aquí te ofrezco una clave de lectura. Aunque cuento algo del argumento, por si no la leíste, prometo no contarte demasiado ni revelarte el final.
La historia nos lleva a un futuro extraño, donde la humanidad ha desaparecido de la Tierra, reemplazada por seres que intentan amoldarse a sus cuerpos, sus artefactos y sus mitos, es decir, a todo aquello que necesitan para que la vida sea posible. Me interesa especialmente por las razones que sostengo en la guía de lectura, y también porque esta es una de las novelas de ciencia ficción que más me han influido. Ha sido una continua fuente de inspiración y con cada lectura le encuentro nuevos matices.
¿Vamos a verla? 🙂
Los preparativos del viaje
Como sucede en las buenas novelas del género, Delany presenta ese mundo a partir de detalles que señalan la diferencia con el nuestro. Dije “diferencia” a propósito, esta palabra es la clave de todo el libro. La historia comienza con Lobey en su aldea. Describe el instrumento con el que hace música, un machete agujereado como una flauta, con la boquilla en la empuñadura, antes de describirse a sí mismo. La ilustración de Oscar Chichoni para Ediciones Minotauro, además de ser la mejor cubierta que le conozco a esta novela, es fiel a este autorretrato del protagonista.
A partir de esta imagen que ya nos advierte de algo raro (“mis pies tienen dedos casi tan largos como los dedos de las manos”), se entrecruzan los recuerdos de su vida de pastor con las preocupaciones de su comunidad. El principal tema político, el debate que atañe a la vida de esa sociedad, se divide en dos posturas: unos se preocupan por el descenso de la natalidad de seres completamente normales, y otros, conscientes de que antaño todavía no se habían adaptado a las imágenes humanas, ahora se alegran de que haya muchos más funcionales que no-funcionales.
Así, pues, se nos presenta este problema: ¿qué es más importante? ¿Ser normal o ser funcional? Y, yendo un poco más lejos, ¿qué significa ser normal o funcional?
Ser normal o ser funcional, esa es la pregunta
Para los conservadores, normalidad y funcionalidad deberían ser inseparables. Para los más adaptados a los nuevos tiempos, basta con que el individuo sea funcional. Desde hace al menos una generación, en la aldea se ha impuesto esa última corriente: los seres funcionales de sexo femenino reciben el título “La” antepuesto al nombre, los de sexo masculino el título “Lo”, los hermafroditas reciben el “Le” (a menudo, motivo de ignominia). A los indignos de título, a los no funcionales, se los recluye en la “kaula”, donde no tengan ocasión de reproducirse con los funcionales. En este estadio evolutivo, la comunidad ha superado la eutanasia y ahora se protege de la anormalidad de un modo más civilizado 😉
El punto de partida es que Lobey ya no es pastor. Está de duelo por la muerte repentina de Friza, su compañera, que siempre había sido motivo de discusión entre los ancianos: dudaban en asignarle o no el “La” porque era muda, excepto por la risa cuando estaba en brazos de Lobey. Para algunos, como Lo Halcón, que defiende la idea de adaptarse al molde del pasado, la capacidad de comunicarse verbalmente es vital si han de convertirse alguna vez en seres humanos. Para otros, como La Dira, hay que cambiar de mentalidad, lo importante no es vivir a imagen y semejanza de los antiguos habitantes del planeta, sino simplemente vivir y seguir viviendo.
Otro motivo de duda era que, cuando pequeña, Friza no se movía. El único que percibió el motivo fue Lobey, que ya desde niño se fijaba en ella. Friza no se movía porque ya sabía cómo moverse, pero a su manera. Podía mover cosas con el poder de su mente. También conseguía, ya adulta, efectos únicos, como que los peligros se mantuviesen alejados del rebaño cuando solía ayudar a Lobey.
Lobey es Orfeo
Lobey era consciente de que Friza era diferente, de que tenía un talento especial. No es la única, La Dira es diferente, él mismo es diferente, pero todavía no lo sabe. El duelo por Friza lo mantiene recluido en sí mismo. La única persona capaz de sacar a Lobey de su ensimismamiento es La Dira. Le señala un camino que será un viaje iniciático. Para ello, Lobey, tocando música, debe cumplir un ritual previo: de un modo nebuloso, sin entender muy bien de qué se trata, asume el rol de Orfeo para ir al más allá y traer de vuelta a su Eurídice.

Jean-Baptiste-Camille Corot, Orfeo conduciendo a Eurídice desde el inframundo, 1861

Orfeo tocaba la lira tan bien que podía domar bestias salvajes con su música, y hacer que las rocas y los árboles se desplazaran para seguirle. Un mal día, su hermosa mujer Eurídice pisó una serpiente dormida y ésta se despertó y la mordió. Ella murió a causa del veneno y Orfeo, valerosamente, descendió hasta el Tártaro, tocando su lira, para rescatarla.
Hechizó a Caronte para que lo llevara hasta el otro lado de la laguna Estigia sin pagar; hechizó a Cerbero para que gañiera y le lamiera los pies; hechizó a las furias para que depusieran sus látigos, lo escucharan y cesaran todos los castigos; hechizó a la reina Perséfone para que le revelara la contraseña secreta de la fuente de la memoria; y hechizó incluso al rey Hades para que liberara a Eurídice y la dejara subir con él a la Tierra de nuevo.
Hades impuso sólo una condición: que Orfeo no mirara hacia atrás hasta que Eurídice estuviera de vuelta y segura a la luz del Sol. Orfeo partió, cantando y tocando feliz. Eurídice lo seguía; pero, en el último momento, Orfeo temió que Hades estuviera engañándole, olvidó la condición y se giró ansiosamente para mirarla. Perdió a Eurídice para siempre.
Robert Graves, Dioses y héroes de la antigua Grecia
Sin embargo, al principio de su viaje Lobey encarna no sólo a Orfeo, sino también a otro personaje mítico. Y no me estoy refiriendo a una versión modernizada de Orfeo, que según La Dira es Ringo Starr. Te dejo a ti la tarea de recordar o de averiguar cómo. Ella dice: “en los mitos las cosas siempre se transforman en lo opuesto, cuando una versión reemplaza a otra” 😉
Lobey es Teseo
Antes de partir, Lobey se encuentra con Lo Halcón. El anciano cazador lo recluta para matar a un minotauro que se esconde en las profundidades de una cueva laberíntica. Como Lo Halcón resulta herido, Lobey debe bajar solo. Ahora Lobey lleva dentro de sí a dos mitos. ¿Cuál es el segundo? Teseo, el que enfrentó ese mismo peligro hace unos 3500 años. Al final, encuentra en el centro del Laberinto a Fedra, según la perspectiva de Lobey, una computadora de la antigüedad, “el tiempo en que poseíais la Tierra vosotros, fantasmas y recuerdos”.
El caso es que esta Fedra es una impertinente: observa el combate entonando un estribillo de Carmen, compara a este nuevo Teseo con un torero desmañado y finalmente le dice: “si nos hubiéramos conocido antes de que entrases, yo habría podido soltar un trozo de cinta de computadora y tú habrías tomado un extremo y yo la habría desenrollado a medida que te abrías paso hacia el corazón, a enfrentar tu destino.” Por supuesto, Delany no está confundiendo a Fedra con Ariadna, sino dando una versión posmoderna del mito. Como dijo La Dira a propósito de Orfeo y de Ringo, en los mitos las cosas siempre se transforman en lo opuesto. Y para apreciar el matiz, es necesario recordar el mito.

Charles-Édouard Chaise, Teseo victorioso sobre el Minotauro, ca. 1791

Cada nueve años, los atenienses debían enviar al rey Minos de Creta un tributo de siete chicos y siete chicas para que los devorase el Minotauro, un monstruo mitad toro y mitad hombre que Minos tenía recluido en el centro de un laberinto. Teseo, hijo del rey de Atenas, se presentó voluntariamente para integrar la comitiva y tener la oportunidad de liberar a su país de esa espantosa ofrenda.
Una vez en Creta, la princesa Ariadna se enamoró de Teseo y le ofreció ayudarlo a cambio de que la llevase consigo a Atenas y la convirtiese en su esposa. Teseo aceptó y Ariadna le entregó un ovillo de hilo. Durante la noche, Teseo ató un extremo a la puerta del laberinto y fue desenrollándolo a medida que entraba. Al salir la luna, encontró al Minotauro, le cortó la cabeza y deshizo el camino siguiendo el hilo. Luego, Teseo se reunió con Ariadna y los atenienses y huyeron de Creta.
Durante el viaje, atracaron en una isla para abastecerse de alimentos y agua. Sea por influencia del dios Dionisos, que quería a Ariadna para sí, o porque Teseo no estaba lo suficientemente enamorado, la dejó abandonada. Años más tarde, Teseo terminaría casándose con la hermana de Ariadna, Fedra.
No recuerdo qué habré entendido de todo esto la primera vez que leí la novela, a los 14 años. No tenía idea de qué significaba posmoderno. No es que ahora esté muy seguro, pero baste con saber que es un relato autoreferencial, que alude a sí mismo, pero lo transforma en algo diferente.
El oráculo de Fedra
Como una pitonisa, Fedra le dice a Lobey palabras incomprensibles. Por ejemplo: “Yo pertenecía a la sección Felicidad Espiritual y Desórdenes en Reacciones de Asociación. Y tú has venido aquí a buscar en mis recuerdos a la muchacha que perdiste”. No sé qué te parecerá, pero si hubiese sabido que Fedra se suicidó tras haber acusado falsamente al hijo de Teseo de haber querido violarla, Lobey no habría querido seguir escuchándola. Fedra reflexiona en voz alta, supone lo difícil que debe ser para los nuevos habitantes convivir con los fantasmas de la humanidad, se permite parafrasear a Borges: “Básicamente no están ustedes preparados. Pero supongo que habrán de fatigar los viejos laberintos antes de entrar en los nuevos”. Y luego de más frases que Lobey no puede comprender, la pista que necesita, aunque él todavía no lo sepa: que busque a Niño Muerte.
Cuando Lobey vuelve del laberinto, encuentra la razón por la que debe salir de viaje, para matar a lo que mató a Friza y a otros que tenían un talento que los hacía diferentes. Le dicen a Lobey que él mismo es diferente, pero él no sabe a qué se refieren, lo descubrirá en el transcurso del viaje. Y a partir de entonces, en su mente se forma este propósito: “si yo encontrara lo que mataba a los nuestros que eran distintos, y por eso mismos reales más allá de la muerte…”. La ilusión tiene ahora un objetivo: sería posible, como Orfeo, traer de vuelta a la amada.
El viaje del héroe
Cuando sale de su aldea, Lobey toma contacto con un mundo apenas reconocible:
- Tiene un contacto distante con su enemigo que lo invita a buscarlo en un juego que se adivina como el del gato y el ratón.
- Descubre un dragón agonizando entre flores carnívoras y se une a los pastores que viajan a Molienda del Mar.
- Entre ellos, de apariencia más o menos humanoide, destacan dos personajes importantes para el desarrollo de la historia: Ojo Verde, un joven mudo (como la morena Friza), encarnación de Jesucristo, y Araña, de cuatro brazos, jefe de los pastores y encarnación de Judas Iscariote.
Sin entrar en detalles, Lobey aprende:
- que no da igual estar solo en los bosques y en una gran ciudad,
- que lo que en su aldea era diamante, en la metrópolis es estiércol,
- que si allí se respetaba la diferencia, entre la muchedumbre se le teme,
- que de algún modo los personajes principales representan el conflicto entre el Poder, la Creación y el Orden.
Y algo más. Tras la primera cena con los pastores, Lobey descubre en qué consiste su propia diferencia. No te lo voy a decir, pero está relacionada con la Sonata para cello solo, de Kodaly:
Enrique Blanco Rodríguez, profesor de Fundamentos de Composición en el Conservatorio Profesional de Música de Salamanca, me ayudó a identificar el momento justo en que la pieza musical suena en la mente de Araña gracias a este dato: “a crescendo of triple stops”. Enrique me enseñó que la traducción al español, “un crescendo en tres claves”, no tiene sentido, mejor sería “crescendo en cuerdas triples”.

Es de suponer que se refiere a la más significativa, con diferencia, de las obras para cello solo de Kodaly. ¿Te conviene la partitura? Pudiera ser el III movimiento, alrededor del 0'35", o del 5'30". Dado que éste último es mucho más impresionante, me decanto por él.
Curiosamente, como enseguida veremos, Enrique menciona en su blog a Gödel (aunque el libro de Hoffstadter no está directamente relacionado con el de Delany, es muy interesante, no lo conocía. ¡Gracias, Enrique!).
Ciencia Ficción: La intersección de Einstein
Una vez en Molienda del Mar, Araña le explica a nuestro héroe cómo el mundo antiguo dejó paso al actual con una metáfora matemática que involucra las teorías de Einstein y de Gödel. Lo que intenta Araña es mostrarle qué alternativas hay cuando las historias que explicaban el mundo y cómo había llegado a ser, ya no sirven. ¿Qué deberíamos hacer entonces, rebelarnos contra esos moldes, o seguir actuando de acuerdo con un rol preestablecido? El problema es que, al fijar una norma de conducta, el mito es tan poderoso que puede confundirnos. ¿Cómo saber cuándo deberíamos hacerle caso y cuándo no?
Y llegamos al momento decisivo del viaje, el momento en que Lobey se enfrenta a una elección crucial: actuar como Orfeo y traer de vuelta a Eurídice, o como Teseo y matar al monstruo. Las dos opciones a la vez, imposible. Entre lo real sin arreglo y lo ilusorio que te permite seguir viviendo, querrá elegir lo mejor, pero como suele suceder cuando se va más allá de las propias fuerzas, hará lo que mejor pueda.
Hasta aquí llego, o te contaría el final 🙂
Para terminar, un par de reflexiones sobre los recursos narrativos
La prosa de Samuel R. Delany es sugerente y evocadora como un poema. Está abierta a múltiples reminiscencias. Es un tesoro de significados. Un verdadero lujo para los sentidos.
Además, al comienzo de cada capítulo nos deja algunos epígrafes que aportan pistas. Te dejo con un par:

The Einstein Intersection, by Samuel R. Delany. Foreword by Neil Gaiman
Al comienzo, cita a James Joyce, Finnegans Wake: “Oscurece (tintura, tinte) todo este divertidoanimal mundo nuestro” (“It darkles, (tinct, tint) all this our funanimal world”). A propósito, dice el prólogo de Neil Gaiman a la edición de Wesleyan: “[The Einstein Intersection] a pulp title imposed on this book from withouth-Delany’s original title for it was A Fabulous, Formless Darkness […]”. No me parece que, después de todo, La intersección de Einstein sea tan mal título. Explicado por Araña en la novela, alude a lo mismo que la oscuridad: “hay más cosas en el cielo y en la Tierra de las que puedes soñar en tu filosofía”.
El Diario de escritura, que también es un diario de viaje del autor por Venecia, Atenas y Estambul cuando tenía 21 años, revela detalles del proceso creativo, de cómo Delany fue descubriendo la historia que estaba contando. Esta es una de las últimas citas, muy apropiada en relación con la elección de Lobey: “Los buenos finales no proponen conclusiones”.
Dedico esta entrada a Teresa Mira de Echeverría (como yo, adora esta novela) y
a Samuel R. Delany, por habernos regalado esta obra maestra
¿Ya leíste La intersección de Einstein?
Si todavía no, es una pena que Ediciones Minotauro ya no la publique, pero todavía pueden conseguirse ejemplares. En Amazon, por ejemplo.
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