
Víctor Conde, De las ciudades vuestras tumbas, Palma: Dolmen, 2017
¿Es posible escribir una novela de vampiros que tenga ideas originales? Con “originales” me refiero a ideas novedosas, porque en el sentido etimológico todas las novelas de vampiros tienen ideas “originales” (que están presentes en los orígenes del arquetipo, como beber sangre o morir por exposición a la luz solar).
Esto se propuso Víctor Conde cuando decidió escribir una serie de historias dedicadas a los monstruos clásicos del género. Con De las ciudades vuestras tumbas, Víctor ofrece una lectura original en varios aspectos. No voy a hablar de todos ellos por dos motivos: por un lado, ya hay reseñas como la del Dr. Motosierra; por otro, me interesa centrarme en lo que digo en la guía de lectura.
Veamos cómo la subtrama religiosa aporta algo novedoso a las novelas de vampiros.
Vampiros presa del horror cósmico
Comencemos por el principio. ¿A qué podría temerle un vampiro? A la luz del sol, símbolos religiosos, ristras de ajo, estacas en el corazón, fuego, incluso a otros monstruos como los licántropos. Contra todas estas amenazas el vampiro puede tomar precauciones o luchar. Pero, ¿cómo se sentirían los vampiros, en la cima de la cadena alimenticia, si supieran que existe un ser más antiguo que ellos, tan poderoso que es imposible resistírsele, que periódicamente recorre el mundo y los caza para alimentarse de su sangre?
Es difícil empatizar con un depredador de nuestra especie. Por eso, el protagonista es Jarek Kôdz, un judío polaco nacido en un campo de concentración nazi. Este sobreviviente de uno de los mayores horrores producidos por la humanidad nos da la perspectiva necesaria para situar el horror sobrenatural en una escala ascendente: los vampiros y aquel ser capaz de ponerlos en peligro de extinción.
Aun a su pesar, fascinado por un acontecimiento que presenció hace años, Jarek se obsesiona con un misterio: ¿qué tienen en común una lengua cuya gramática es anterior al homo sapiens, unas runas que ya existían en el Neolítico y el manuscrito medieval de un monje loco?
Las piezas de este puzzle son de tipo lingüístico, simbólico, emocional. A través de la estructura de una novela de misterio, el narrador nos involucra en una atmósfera de pesadilla. El precio que Jarek deberá pagar es elevado. Atraviesa cambios que afectan a sus creencias y a toda su persona. Así pues, tras superar un momento de peligro, da “gracias a esa magia, proviniera del dios que proviniese.”
La búsqueda lo conduce a un vuelco total en su concepción del cosmos: “Me obsesioné con la idea de que las religiones del mundo estaban equivocadas, pues lo que yo había visto demostraba que realmente había un mundo oculto más allá del nuestro, y que no tenía nada que ver con lo que los patriarcas nos habían enseñado.” La verdad es una realidad oscura cuya consecuencia es la “comunión con el demonio de la noche […] Un sacramento profano que alejaba para siempre la luz de mi Dios interior.” Volveré sobre esta metáfora del alma. De momento, baste señalar que esa magia que lo había salvado es la misma que también podía condenarlo: “deseé ahogarme, morir para encontrar un respiro para mi alma, pero la magia corrupta […] no me dejó.”
Impotencia divina y filosofía medieval
Tanto los progresos de Jarek como la transformación que va sufriendo, terminan por afianzar sus dudas sobre el poder de Dios: “qué cambios induciría en mí […] era algo que ni Dios mismo podría haber adivinado.”
Lo curioso es que, tal vez no demasiado consciente de ello, Jarek pone el dedo en la llaga de un problema teológico que ocupó a la filosofía medieval.
Presa de la angustia, dice: “Hay una única alma en toda la creación […] está en todas partes a la vez.” Esto podría remitir al anima mundi (alma del mundo), doctrina que ya aparece en el Timeo de Platón.

Platón (427-347 a.C.)
El alma del mundo es lo que anima la naturaleza de todas las cosas.
Sin embargo, a diferencia de los griegos que creían que el mundo era eterno, Jarek es fiel a una de las tres religiones del Libro y cree en la creación del mundo. ¿De dónde saca Jarek que hay una única alma en toda la creación? Él mismo dice que lo ha leído en alguna parte, pero también reconoce que ni siquiera sabe cuánto de eso es una excusa para retener a la mujer que ama: “mi alma es la misma que la tuya”, le dice. ¿Es solamente el desvarío cursi de cualquier enamorado?
Puede ser, y también podría ser algo más.
Más arriba citaba la luz del dios interior como metáfora del alma. Si no de toda el alma, al menos de su parte más elevada según los filósofos que proponían que la inteligencia humana era posible debido a un don de Dios. Esta inteligencia, también llamada “intelecto agente”, es la luz que permitiría el entendimiento. Partiendo de esta concepción, hubo una importante controversia sobre la “unidad del intelecto agente”.
La unidad (o no) del intelecto agente

Aristóteles (384-322 a.C.)
Al respecto, las dos figuras medievales más influyentes fueron las de Averroes y santo Tomás de Aquino. Ambos, seguidores de las enseñanzas de Aristóteles.

Averroes (1126-1198)
Para Averroes, filósofo de la Córdoba islámica, el intelecto agente es una sustancia unitaria y separada, no pertenece a cada persona. Al morir el ser humano, su intelecto se reintegra a Dios, esa unidad que lo trasciende. Esto significa dos cosas: el alma no muere, pero no sobrevive de manera individual sino indiferenciada, sin conciencia ni recuerdo personal de sí misma.
El impacto que tuvo esta doctrina fue inmenso: ¿qué pasaría con el castigo de los pecados si las almas de las personas, después de la muerte, iban a parar a la noche donde todos los gatos son pardos? No habría recompensas ni castigos.

Santo Tomás de Aquino (1224-1274)
De los muchos detractores de Averroes en el cristianismo se impuso la doctrina de santo Tomás. Alegó que Aristóteles no estaba equivocado sino que Averroes lo había interpretado mal. Tomás refuta la “unidad del intelecto agente” sosteniendo que el alma es individual y el ser humano, un compuesto de cuerpo y alma. Según Tomás, cada alma iba a salvarse o condenarse según sus propios méritos. Pero solucionado este aspecto, peligraba otro. Si la persona es una unidad cuerpo-alma, muerto el cuerpo, ¿es inmortal el alma? Tomás dice que sí con argumentos que sería demasiado largo revisar aquí.
En mi opinión habría que tener en cuenta también a Bertrand Russell:

Bertrand Russell (1872-1970)
"[…] diría que De anima [Acerca del alma, de Aristóteles] conduce mucho más naturalmente a la idea de Averroes que a la de Aquino; sin embargo, la Iglesia desde Santo Tomás pensó de otro modo. Diría, además, que las ideas de Aristóteles sobre la mayoría de las cuestiones de lógica y filosofía no eran definitivas, y desde entonces han sido muy erróneas; esta opinión tampoco puede sostenerla ningún filósofo o maestro de filosofía católico."
Bertrand Russell, Historia de la filosofía occidental.
¿Por qué Russell utiliza verbos en modo condicional? Por el problema del que se ocupa la crítica textual.
Si te interesa saber más sobre crítica textual:
En cuanto a Aristóteles, recordemos que la mayor parte de sus textos se perdieron para occidente hasta que fueron traducidos del árabe al latín en la España musulmana.
La inmortalidad del alma
En conclusión, sea individual o no, sea inmortal o no, si la magia vampírica es capaz de corromper el alma se sigue que Yahvé, Dios o Alá (es decir, el dios de Jarek, Tomás o Averroes), nada puede contra un poder más antiguo y más grande que el suyo.
Un poder que, por otra parte, queda en entredicho según los términos de la controversia mencionada: o el alma es inmortal y única, o el alma es individual y mortal, pero no inmortal e individual como quieren las tres religiones del Libro.
Parafraseando a Russell, yo diría que la subtrama religiosa de De las ciudades vuestras tumbas aporta algo original a las novelas de vampiros, a la vez que llama la atención sobre un viejo problema filosófico. Problema antiguo, y sin embargo ignorado por la mayoría de los creyentes.


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