
Qué triste que una madre repruebe el juicio estético de su hijo.

Niño: Mira, mamá. ¡Qué guay!
Madre: ¿Por qué te gusta eso? ¡Es horrible!
Yo (para mí mismo): ¡Bien, nene! ¡BIEN!
Me hubiese gustado felicitarlo, pero no tenía ganas de discutir con la madre sobre quién puede ser autoridad en materia de gustos. Había muchas personas en esa sala dedicada a los pintores flamencos. La mayoría estaba apreciando El jardín de las delicias, de El Bosco. Sólo nosotros tres estábamos mirando El triunfo de la muerte, de Brueghel el Viejo.
¿Por qué? El prestigio de El Bosco (h. 1450-1516) supera al de Brueghel (h. 1525-1569). El Bosco es anterior, ha influido en la obra de Brueghel y El jardín de las delicias es una obra maestra. Todo esto el niño seguramente no lo sabía y yo, que no soy crítico de arte, me sentía tan fascinado como él, al punto que las veces que volví al museo pasé a ver las dos pinturas, pero siempre me detuve primero ante la de Bruegel (se puede escribir con o sin hache).
Ahora bien, El triunfo de la muerte tampoco es una obra menor. Prueba de ello es que ese día se ganó la admiración de un niño que no conocía su existencia. Como decía un filósofo, “bello es lo que gusta desinteresadamente”, o sea, lo que te gusta sin haber tenido una expectativa previa. En cuanto a mí, sí que la tenía, pero prefiero no adelantarme. ¿Cuál es la belleza de esta pintura?
Dice la ficha del Museo del Prado: "Obra moral que muestra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas, simbolizado a través de un gran ejército de esqueletos arrasando la Tierra. Al fondo aparece un paisaje yermo donde aún se desarrollan escenas de destrucción. En un primer plano, la Muerte al frente de sus ejércitos sobre un caballo rojizo, destruye el mundo de los vivos, quienes son conducidos a un enorme ataúd, sin esperanza de salvación. Todos los estamentos sociales están incluidos en la composición, sin que el poder o la devoción pueda salvarles. Algunos intentan luchar contra su funesto destino, otros se abandonan a su suerte. Sólo una pareja de amantes, en la parte inferior derecha, permanece ajena al futuro que ellos también han de padecer. La pintura reproduce un tema habitual en la literatura del medioevo como es la danza de la Muerte, que fue frecuentemente utilizado por los artistas nórdicos. Brueghel dotó a toda la obra de un tono pardo rojizo, que ayuda a dar un aspecto infernal a la escena, apropiado para el asunto representado.” Clic aquí para ver todos los detalles con un zoom.
¿Qué te parece que le gustó al niño?
A
- Obra moral.
- Triunfo sobre las cosas mundanas.
- Los vivos, sin esperanza de salvación.
- Todos los estamentos sociales están incluidos sin que el poder o la devoción pueda salvarles.
- La pintura reproduce un tema habitual en la literatura del medioevo: la Danza de la Muerte.
B
- Hay un ejército de esqueletos.
- Escenas de destrucción.
- La Muerte, sobre un caballo rojizo.
- Los vivos son conducidos a un ataúd.
- Toda la obra tiene un tono pardo rojizo, que ayuda a dar un aspecto infernal a la escena.
Sospecho que de la columna A seguramente ni se enteró, y que de la columna B le gustó todo. Me imagino que el niño miró los dibujos, los colores y captó inmediatamente los elementos. Como si se tratase de un juego, quedó maravillado por la propuesta. De haber visto la expresión del niño tal como yo la vi, Bruegel habría quedado encantado.

En su estudio, Pieter Bruegel, Larry Silver señala que el único elemento explícito de la herencia de El Bosco en El triunfo de la muerte está en el centro del cuadro: es una construcción que pasa casi desapercibida y parece ser la puerta de entrada al mismísimo Infierno. Recortados contra las llamas que brotan del centro, hay demonios oscuros con alas de murciélago, insectos, cuervos, sapos.

Esta sección se asemeja mucho a los monstruos recortados ante el fuego en Mad Meg, donde la influencia de El Bosco es mayor, pero también sirve para subrayar las diferencias de humor y tono entre las dos pinturas.
Enfrente de la puerta del Infierno aparece la Muerte empuñando una guadaña a lomos de un caballo "pálido" (las traducciones al español de Apocalipsis 6:8 dicen "amarillento"). Pero explica Silver que éste no es un apocalipsis que represente el momento en que, según las esperanzas de salvación, los muertos sean resucitados y juzgados tras la vuelta de Cristo, a pesar de que al fondo algunos esqueletos sin carne salgan de las tumbas.

Más bien, la escena monta un combate mortal entre los vivos y los muertos en un paisaje devastado. Aquí Bruegel entronca con el vasto patrimonio visual relacionado con la muerte en la Baja Edad Media, que incluye representaciones de la Danza de la Muerte en cementerios y camposantos a través de Europa, imágenes producidas al comienzo de un nuevo período en el que florecieron sectas, una era que haría estallar las guerras de religión.
Silver destaca la creatividad con que Bruegel adaptó algunas xilografías de Hans Holbein el Joven. Por ejemplo, un esqueleto obliga a un rey a contemplar un reloj de arena que indica que su tiempo se está acabando.

Holbein muestra un esqueleto subido a un rey y otro disfrazado de bufón, asaltando a la reina y sus damas de compañía con un reloj de arena.


Son tantas las pequeñas historias que pueden contarse a partir del cuadro, que buscar comparación con cada antecedente sería excesivo. Por supuesto, no intento sugerir que el trabajo de Bruegel sea una mera copia del de Holbein. No lo es. Lo mismo sucede en la literatura, donde los libros reescriben los viejos libros. Aquí, la pintura aprovecha la tradición y la reelabora.
Ofrezco un caso más. En este, como en otros, Silver afirma que Bruegel expone esqueletos que funcionan como espejos de sus víctimas.


Dicho así, ¿se entiende cómo esto pudo haberle gustado a un niño? Veamos.
En Holbein, el esqueleto le agarra el sombrero a un cardenal. En Bruegel, el esqueleto ha ido todavía más lejos: lleva puesto el sombrero mientras deposita a su antecesor en tierra. Es como si la Muerte les estuviera tomando el pelo a todos.
¿No es genial? A mí me parece graciosísimo. ¡Nos atacan los esqueletos!
No me animo a decir que Bruegel es un precursor de la ficción especulativa y del humor negro. Tampoco hace falta. Una de las mejores cosas que tiene el arte es que permite libertad de interpretación.
Ignoro cuál fue la recepción de El triunfo de la muerte en su época. Si alguien lo sabe y tiene ganas de comentarlo, lo invito a que lo haga. Si se le ocurre algo más, también. Para terminar, me pregunto si un rey o un cardenal que haya visto el cuadro entonces habrá sentido miedo o, en cambio, que un artista le estaba tomando el pelo. El humor puede ser más revolucionario que cualquier otro discurso.
Me faltó decir por qué tenía expectativas con esta pintura, que cumplió con creces. Tiene que ver con otro tema del que pronto te hablaré.
DE REGALO

COMPARTE EN LAS REDES SOCIALES
«El triunfo de la Muerte» es una de las obras capitales del Museo del Prado, que tiene muchas. Fue comprada por Felipe II que tenía un criterio y un ojo muy independiente como coleccionista de pintura, un criterio completamente moderno, pues no solo compraba la pintura con la que nadie se equivocaba en su época, como era la pintura italiana, especialmente veneciana, sino también esta pintura flamenca que se consideraba anticuada. Por cierto Pieter Bruegel el Viejo se quitó la h del apellido, pero sus hijos y nietos siguieron con ella.
Para mí es una obra fundamental. Esa sala de pintura flamenca siempre la visito, aunque normalmente no me detengo demasiado si hay multitud más grande que de costumbre delante del «Jardín de las Delicias». Las salas de pintura flamenca del Museo del Prado son extraordinarias y la mayoría de los visitantes pasan de largo ante ellas. Ellos se lo pierden y yo disfruto sin problemas.
Volviendo al «Triunfo de la Muerte» es una obra inquietante, para mí simboliza la muerte colectiva, algo a lo que estaban muy acostumbrados en la época del pintor y que hoy nos asombra y sorprende como si viviéramos en el paraíso y fuéramos a ser eternos.
Perdona por la autocita, pero yo hace unos años, en el inicio de mi blog en barbecho, también le dediqué una entrada.
https://hesperetusa.wordpress.com/2011/02/13/sembrar-el-viento-cosechar-la-tempestad/
Encantado por tu comentario y la referencia a tu blog, que enriquece el tema y mejora mis conocimientos sobre la materia. Cuando hablas de «la muerte colectiva, algo a lo que estaban muy acostumbrados en la época del pintor y que hoy nos asombra y sorprende como si viviéramos en el paraíso y fuéramos a ser eternos», creo haber leído algo de Philippe Ariès (tal vez en El hombre ante la muerte), donde explicaba que en el pasado estaban más familiarizados con la corrupción de la carne, que actualmente produce un rechazo mucho mayor, como si quisiésemos negar parte de lo que es un ciclo natural.
El artículo de tu blog es muy bueno y recomiendo su lectura. Si te entiendo bien, hablas de los horrores de las guerras de religión, y de cómo El triunfo de la muerte es un reflejo anticipado del Holocausto y del bombardeo de Dresden. Personalmente, me interesa comprender hasta qué punto la religión puede ser letal. Además, la destrucción de Dresden fue vivida y novelada por uno de mis autores favoritos, Kurt Vonnegut. Espero escribir algo más adelante sobre esto.