Marcelo Rosende

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Una cerilla y las redes. Sobre Laura Gallego y escribir bien

28 mayo, 2017 Filed Under: Conexiones de un escritor

Laura Gallego escribir bien

La discusión que empezó con lo que dijo Laura Gallego

Después de escribir lo que vas a leer a continuación, pregunté en mi muro de Facebook qué título le pondrías a la discusión que empezó con las declaraciones de Laura Gallego. El objetivo era no tener que poner en antecedentes de algo que por estos días viene sacudiendo al mundillo de la ficción especulativa. Si estás interesado, sabes a qué me refiero. Si alguna inteligencia artificial lee esto dentro de cientos de años, seguramente sabrá encontrar información al respecto. En las líneas que siguen no pretendo zanjar el tema, más bien que el árbol no tape el bosque. Veremos.

​Homofobia

Es evidente para la mayoría de los que escribimos ficción especulativa que la homofobia no es un tema superado y, como dije en el muro de Rockwell Hooper, “merece atención, lo mismo que todo análisis sobre creencias que perjudiquen a la gente”. A mí me importa concretamente el mestizaje de ciencia ficción y religión, pero no es momento de entrar en este tema.​

También es cierto que se trata de un tema sensible. Hay que ser muy cuidadoso con la elección de las palabras. “Moda”, por ejemplo, no ayuda para nada porque sugiere banalización y aprovechamiento comercial. Como dije, la homofobia no es un tema banal. En cuanto al aprovechamiento comercial, todos los que escribimos estamos para lo mismo: deseamos que lean nuestros borrones y, a ser posible, que paguen por ellos, pero por algún prurito queda feo decirlo en público.​

Una cerilla y las redes​

Aclarado lo anterior, también presto atención a lo que ayer se dijeron Rafael Marín e Israel Alonso. Por favor, leer escuchando Gatatumba​.

Rafael Marín: Y yo estoy diciendo que no se puede escribir con cuota. Un libro no es una serie de televisión. El autor mete a los personajes que considera, cuando los considera: es lo que ha dicho Laura antes de que le saltara todo el mundo al cuello. No tiene ninguna obligación de escribir lo que un grupo de fans quieren. ​La vida no es la literatura. Y la literatura no es la vida.

Israel Alonso: Pa ti la perra gorda.

Rafael Marín: O el perro.

Israel Alonso: Cada uno es libre de seguir escribiendo mal. Desde luego no se trata de obligar a nadie a revisarse a sí mismo y ver por qué lo hace mal. Siempre estará esta opción, la tuya, de escudarse en que la ficción es una entidad imaginaria que tiene autonomía sobre su propia creación y que, por ende, su autor o autora está exento de responsabilidades. Luego habrá gente intentando escribir bien (sea cual sea la calidad del resultado) intentando, en la literatura como en la vida, revisarse a diario y mejorar.

Rafael Marín: Chico, no me obligues a fardar de escribir bien...

Israel Alonso: Bueno, es algo que no te compete del todo, abuelo. Según tú es cosa de la literatura, no tuya.

Las negritas son mías. Si quieres leer la conversación completa, click aquí.

Escribir bien

¿Alguien duda de que Rafael Marín escribe bien? Israel Alonso, en su estilo polemista, está hablando de otra cosa: para él “escribir bien” implica desarrollar en la historia una postura ideológica.

​Y esto me lleva a lo que acabo de leer esta mañana en La ciencia ficción de Isaac Asimov, de Rodolfo Martínez:

Las virtudes de Un guijarro en el cielo no están, por supuesto, sólo en lo ideológico; al fin y al cabo, no es una novela de tesis en la que la historia está al servicio de la idea que la sustenta; antes al contrario. Pues, si algo ha caracterizado siempre a Asimov ha sido su rendición total a lo que narra: si la novela implica ciertas reflexiones sociales es porque la historia lo permite y, en cierto modo, lo exige, y nunca al revés.

La clave no es si está bien o mal escribir historias con personajes LGBT, si es o no una moda, si nos gusta o no nos gusta. La discusión de fondo es otra. La clave del debate es qué significa “escribir bien”.

Días antes de que estallara la tormenta, Jesús Cañadas defendía su derecho a lo siguiente:​

Ayer estaba pensando que cuánto me gustaría escribir algo que podríamos llamar terror honesto. Un terror sin matices, sin metáforas, sin denuncias ni críticas sociales. Un terror limpio, juguetón, si preferís, donde nadie aprenda nada ni haya crecimiento personal ni segundas lecturas. Como me dijo mi pareja anoche, terror al cuadrado: el terror por el terror.​

Ojo, no quiero decir que otro tipo de terror sea deshonesto, ni mucho menos. Digo que echo de menos jugar.​

Me parece estupendo. A priori, no tiene por qué ser mejor una novela de tesis o una novela donde prime la historia. Y esto no significa que la primera no pueda tener una buena historia, o que la segunda carezca de ideas. ¡Por favor! No me interesa agregar una nueva dicotomía. Voy por otro lado, el escritor tiene derecho a elegir qué y cómo escribe. Espero que no perdamos de vista esta libertad de elección. De otro modo, estaríamos empobreciendo nuestra lista de lecturas. Y por ende, lo que escribamos luego.

Nota personal

Para terminar, para que no parezca que estoy intentando quedar bien con todo el mundo, y por si a alguien le interesa, una nota personal. En la novela que estoy terminando de corregir hago una parodia del mito bíblico, desde la creación hasta el diluvio, parodiando también varios géneros literarios, algunos en desuso. Hay humor a distintos niveles, desde el slapstick hasta el diálogo donde se retuerce el credo. No obstante, mi elección ha sido que la idea (que la hay) esté al servicio de la historia. Digo todo esto porque una amiga muy querida, de las primeras en leer la novela, me criticó la presencia de micromachismos. Espero haberla convencido de que, si bien soy un primate, el texto y el estilo, lo mismo que las elecciones léxicas, están al servicio de la historia.

Y ahora sí, que me lluevan las rosas o las piedras, que hay espalda para todo.

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Comments

  1. Aida Albiar says

    30 mayo, 2017 at 16:41

    Opino así, que el escritor escribe lo que le manda el asunto en ese momento.
    Que no tiene que sentir la obligación de escribir algo, sino el deseo de contar la historia que le apetece con libre albedrío.
    Que las imposiciones matan la inspiración, y lo que nace la sustenta.
    Que si quieres meter sexualidad en una historia la metes, sea cual sea. Y si no, te la ahorras.

    Gracias por tu artículo, me ha gustado

    Responder
    • Marcelo Rosende says

      30 mayo, 2017 at 18:54

      Me alegra mucho que te haya gustado, Aída. Gracias por ser la primera en comentar en el blog. No agrego nada más porque estoy de acuerdo con lo que dices.

      Responder

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